
Cuando Guru lanzó al mercado "Jazzmatazz, Vol. 1” en 1993, el mundo del hip hop estaba en una encrucijada. Por un lado, el exabrupto rugido del Wu-Tang Clan se encontraba reconfigurando el rap neoyorquino, mientras que A Tribe Called Quest seguía marcando la pauta de la conciencia poética y Nas afilaba su pluma estilográfica para lo que sería el álbum revelación “Illmatic”. Por otro lado, el hambre por la difusión y fusión del género, tenía como objetivo mostrar que el rap podía convivir de tú a tú con otros géneros establecidos. Guru, ya consolidado como la mitad del grupo de hip hop Gang Starr junto a DJ Premier, podía haber disfrutado de la comodidad de esos beats duros y su estilo sobrio. Pero eligió expandirse preguntándose: ¿y si el rap no solo sampleaba jazz, sino que invitaba a los músicos al estudio, en vivo, para hablar el mismo idioma en tiempo real? El resultado fue Jazzmatazz, Vol. 1, un disco que no derribó barreras con ruido ni agresividad, sino con groove, sutileza y curiosidad, sin miedo; en definitiva, un instante donde dos tradiciones musicales se dieron la mano y compartieron el mismo espacio, el mismo humo.

Los detalles de producción ya lo hacen histórico. Guru imaginó el proyecto como un espacio de colaboración más que de control. Por lo tanto, no trató de picotear cintas de Blue Note, sino de abrir un diálogo vivo. Para ello, reclutó leyendas como el trompetista Donald Byrd, el vibrafonista Roy Ayers y los saxofonistas Branford Marsalis y Courtney Pine, para mezclarlos con voces como Carleen Anderson, Dee C. Lee y N’Dea Davenport.

En lugar de obtener capas estériles de estudio, las sesiones tuvieron ese aire de jam creativo: los músicos improvisando alrededor de los versos de Guru, dándole al álbum un pulso imposible de replicar con un sampler. Incluso sin la influencia de DJ Premier, los beats alcanzaron esa cadencia hipnótica permitiendo el espacio para que las trompetas, los teclados y los coros respiraran. La voz grave y a su vez contundente de Guru se erigió como el hilo conductor y epicentro, sosteniendo el disco con una mezcla de pragmatismo callejero y poesía sobria, sin deslumbramiento virtuoso, para certificar que el rap podía sentarse a la misma mesa que el jazz sin derramar el vino.

La magia de Jazzmatazz se descubre tema a tema. “Loungin’” es la bandera, con la trompeta de Donald Byrd flotando como anillos de humo sobre un bajo eterno. Guru se desliza tranquilo, recordando que relajarse y absorber las vibras también es un acto político. En “No Time to Play”, junto a Dee C. Lee y Big Shug, el groove es puro calor veraniego, con el flow de Roy Ayers brillando mientras Guru reflexiona sobre la eterna tensión entre trabajar duro y vivir sobre un ritmo pausado. “Trust Me” profundiza aún más: Carleen Anderson convierte el estribillo en un mantra casi gospel mientras Guru explora la lealtad y la vulnerabilidad. Un rap extraño para la época: donde el silencio igual de contundente que la palabra.
“Le Bien, Le Mal”, el dueto con MC Solaar, es quizás el tema más atrevido del disco. En un tiempo en el que muchos seguían viendo al hip hop como un fenómeno estrictamente estadounidense, Guru lo proyectó al mundo, poniendo versos en inglés y francés lado a lado sobre un beat elegante. El mensaje era claro: el rap ya era un idioma global, y el jazz —universal por naturaleza— era el puente perfecto. “Slicker Than Most” recuerda que Guru también podía sacar su filo lírico cuando quería. Y “Down the Backstreets”, hacia el cierre del disco, es puro cine negro: una narrativa nocturna sobre la vida urbana, envuelta en el saxo de Branford Marsalis que suena como un cómplice de madrugada. Estos cortes no son solo joyas aisladas: forman un mapa de lo que el rap podía ser cuando se salía de la caja del sample sin perder sus raíces.
Treinta años después, Jazzmatazz, Vol. 1 sigue sonando como profecía cumplida. Su ADN está helizado con The Roots, el neo-soul orgánico de D’Angelo, en las exploraciones jazz-rap de Robert Glasper o en la densidad de To Pimp a Butterfly de Kendrick Lamar. Guru demostró que colaborar no era diluirse, sino expandirse —que el rap podía honrar su herencia jazzística sin volverse música de museo. Y más allá de la influencia, este álbum simplemente da buen rollo. Puedes estudiarlo, pincharlo en un lounge o escucharlo de camino con las ventanas bajadas. ¿Por qué deberías, en 2025, seguir escuchando Jazzmatazz? Porque es uno de los puentes más elegantes entre dos tradiciones que moldearon la música negra del siglo XX; porque es una clase magistral de contención, prueba de que el rap puede ser melódico y al mismo tiempo letal; porque el álbum en sí se convirtió en global y atemporal, adelantado a las conversaciones transfronterizas en las que hoy vive el hip ho; y porque cuando escuches la trompeta de Donald Byrd deslizarse sobre la voz de Guru, entenderás que esto no es solo un disco: es una comunión, un jam eterno donde todavía hay espacio para que te encuentres contigo mismo.

Lista de Temas — Jazzmatazz, Vol. 1 (1993)
1. Introduction — 0:48
2. Loungin’ (feat. Donald Byrd) — 4:38
3. When You’re Near (feat. N’Dea Davenport) — 4:02
4. Transit Ride — 3:58
5. No Time to Play (feat. Dee C. Lee, Ronny Jordan, and Big Shug) — 4:54
6. Down the Backstreets — 4:47
7. Respectful Dedications — 0:54
8. Take a Look (At Yourself) — 3:59
9. Trust Me (feat. N’Dea Davenport and Carleen Anderson) — 4:26
10. Slicker Than Most — 2:36
11. Le Bien, Le Mal (feat. MC Solaar) — 3:22
12. Sights in the City (feat. Courtney Pine, Carleen Anderson, and Branford Marsalis) — 5:10

Tomas Angel Jimenez
17 de octubre de 2025
Buen artículo, además es un disco que tengo pendiente, lo tengo en CD y ando buscando copia original, no digo más!! Enorme artículo y enorme el disco