
Cuando Winston Rodney, conocido como Burning Spear, lanzó Marcus Garvey en 1975, Jamaica estaba en una encrucijada cultural y política. Su independencia tenía poco más de una década, pero las promesas de autodeterminación ya se veían empañadas por la pobreza, las divisiones de clase y la violencia partidista. Mientras tanto, el movimiento rastafari comenzaba a gravitar desde la periferia al centro de la vida isleña, y el reggae se convertía en su altavoz más poderoso. Fue entonces, cuando apareció Burning Spear, no con la el discurso agresivo de militancia encendido por otros artistas, ni con los himnos multitudinarios de Bob Marley, sino con una voz grave, solemne, casi hasta el punto sacerdotal. Su propuesta sonora no eran simples canciones: eran meditaciones, lecciones orales, sermones espirituales. Al invocar a Marcus Garvey, el profeta panafricanista que llamó a los pueblos negros a mirarse a sí mismos y a volver a África, Spear enlazó el reggae con una genealogía de lucha, dignidad y resistencia. Marcus Garvey no se creó como un disco más sino como un ritual casi sacerdotal con una banda sonora para la supervivencia.

La producción fue tan impactante como su mensaje. Grabado en el legendario Randy’s Studio 17 de Kingston y producido por Jack Ruby, el álbum alcanzó un peso y una claridad sonora que llenaron de matices a la voz de Spear. Ruby reunió a los Black Disciples, una auténtica selección de músicos jamaicanos: Aston “Family Man” Barrett en el bajo (robando horas a los Wailers), Robbie Shakespeare, Earl “Chinna” Smith en la guitarra, Tyrone Downie en teclados, y una sección de metales tan afilada como un cuchillo. Juntos construyeron ritmos hipnóticos, ideales para los cantos de Spear. La batería y el bajo se convirtieron el corazón de un ritual, los metales se erigieron como trompetas proféticas, y las armonías con Rupert Willington y Delroy Hinds crearon un coro comunal: Una voz colectiva de solistas interconectados. Posteriormente, Island Records lo remezcló para hacerlo más digestible en el mercado internacional, suavizando de este modo sus aristas, aunque la primera edición jamaicana sigue siendo la visión más pura: cruda, pesada e inamovible.

El alma del álbum vive en sus temas esenciales, verdaderos pilares del roots reggae. Su primer tema, “Marcus Garvey”, abre como un grito de combate que convierte al líder panafricanista en una presencia viva. Sobre un bajo palpitante y metales insistentes, Spear no canta: proclama, como si recitara escritura sagrada. “Slavery Days” es quizá el golpe más fuerte. La pregunta repetida —“Do you remember the days of slavery?”— se pronuncia sin adornos, sin compasión, solo con la fuerza de un recordatorio imposible de esquivar.
“The Invasion” expande el enfoque, denunciando la intromisión extranjera en el Caribe y vinculando las luchas locales con un sistema global de explotación. En “Old Marcus Garvey”, Spear advierte cómo el legado del profeta ya estaba siendo distorsionado y olvidado, reclamando la memoria activa. “Live Good” baja el mensaje a lo esencial: la liberación comienza con la moral, con vivir en comunidad. Y “Tradition” cierra como advertencia y súplica: sin raíces no hay libertad. Por lo tanto, estas canciones claramente no buscaban sonar en la radio, ni encender la pistas de baile; sino profundizar en la idiosincrasia Jamaicana a través de bajos profundos y cantos hipnóticos.
Si se mira hacia atrás, el impacto de Marcus Garvey es incuestionable. Ya que consagró a Burning Spear como un visionario, por encima del populismo de Marley o la militancia frontal de Peter Tosh, a través de una música con una cadencia más lenta, más profunda, menos crossover y más comunión. El álbum fue capaz de adherir el sonido del “roots reggae”, no solo a lo musical sino a la filosofía de la espiritualidad rastafari, a la política panafricana y a la experiencia jamaicana cotidiana en un todo inseparable. Su influencia se extendió hacia la expansión global del reggae, hacia los experimentos dub posteriores y hacia los sucesores creativos que entendieron la música como testimonio. Así pues, su influencia puede percibirse en el roots revival de Midnite, en la urgencia espiritual de los primeros discos de Sizzla e incluso en raperos que plantearon sus versos como lecciones culturales.
Así pues, ¿por qué deberías escuchar Marcus Garvey en 2025? Porque captura al reggae en su estado más espiritual, sin concesiones a la comercialidad; porque es una clase magistral de minimalismo —unos pocos instrumentos, una voz y un mensaje que resuena como eternidad; porque conecta directamente con el legado de Marcus Garvey, recordándonos que la música también es un archivo histórico; y porque la voz grave y pausada de Spear, una vez entra en tus oídos, te obliga a sentir el peso del tiempo. Este disco no es música de fondo; es un fuego presente , frente al cual te sientas rodeado de pensamientos y creencias, en una ceremonia transformativa. Marcus Garvey es memoria y profecías mismo tiempo, una llama que sigue ardiendo hoy con la misma intensidad que en 1975.

Lista de Temas — Marcus Garvey (1975)
1. Marcus Garvey – 3:27
2. Slavery Days – 3:34
3. The Invasion – 3:22
4. Live Good – 3:16
5. Give Me – 3:09
6. Old Marcus Garvey – 4:01
7. Tradition – 3:29
8. Jordan River – 3:17
9. Red, Gold & Green – 3:12
10. Resting Place – 3:12
