En 1972, Bill Withers ya se había ganado un lugar como el improbable poeta del soul de a pie. Apenas un año antes, su debut “Just As I Am” había dado al mundo “Ain’t No Sunshine”, un éxito que parecía escrito en el break de comida en una fábrica y cantado desde lo más hondo por alguien que realmente lo había experimentado en carne propia. A diferencia de otros estilistas deslumbrantes de la época, Withers no apareció envuelto en lentejuelas ni se presentó como un mesías de la música negra. Era un veterano de la Marina, nacido en Virginia Occidental, un tipo de clase trabajadora que mantenía empleos de día mientras perseguía sus sueños de compositor. Y justo en esa normalidad residía su magia: poder escribir canciones universales despojadas de superficialidad. Cuando llegó “Still Bill", el panorama del soul de principios de los setenta estaba lleno de obras de gran escala y conciencia social como el What’s Going On de Marvin Gaye, Super Fly de Curtis Mayfield, o los discos visionarios de Stevie Wonder. Withers supo codearse con esos gigantes, pero desde otra perspectiva. “Still Bill” no fue una protesta orquestada o una sinfonía funk; sino pura verdad desnuda, servida con groove, honestidad y la claridad de sus composiciones.

La grabación de Still Bill fue un reflejo de esa filosofía. Grabado en Los Ángeles en los Record Plant Studios, el álbum se construyó junto a la Watts 103rd Street Rhythm Band, lo que le dio esa vibra terrenal, compacta pero flexible. Melvin Dunlap en el bajo, James Gadson en la batería, Ray Jackson en los teclados y Benorce Blackmon en la guitarra no eran mercenarios de sesión al uso; eran la familia musical de Withers, un grupo que sabía cocinar grooves sin necesidad de adornos. La producción, firmada por Withers y la banda bajo el nombre de “Stone Flower Productions”, rechazó el brillo artificial que empezaba a colarse en el soul. Aquí, las tomas en vivo, los tonos cálidos, la interacción entre músicos que se conocen y se respetan, era lo que premiaba. Y esa química es la que le dio aire a las canciones de Withers. Cuando escuchas "Still Bill”, no oyes trucos o arreglos de estudio: oyes a una banda encerrada en una sala, siguiendo un pulso común y dejando que la voz de Bill haga el resto.

El disco abre con “Lonely Town, Lonely Street”, y desde el primer compás sientes la crudeza. El groove es funk de combustión lenta, la batería de Gadson marca pasos firmes, el bajo de Dunlap sostiene todo con peso. Withers pone las cartas sobre la mesa: aquí no hay fantasía brillante de la vida urbana, sino la realidad áspera de la soledad en medio de la multitud. Luego llega “Let Me in Your Life”, una súplica íntima, vulnerable, que muestra cómo Bill podía pasar de narrador callejero a baladista tierno en un instante.

El centro de la primera cara es “Use Me”. Conducida por una línea de bajo sincopada irresistible, es funk desnudo , pero golpeado por la honestidad lírica: Withers le da la vuelta al discurso de la explotación, declarando que no le importa ser “usado” si la química es real. Es una confesión carnal y filosófica en clave de blues obrero, disfrazada de un groove imparable. Fue uno de sus grandes éxitos, y aún hoy suena adelantada en la manera de tratar el deseo y el poder.

La cara B tiene la joya que se convirtió en el himno definitivo de Withers: “Lean on Me”. Inspirada en su infancia en un pequeño pueblo de Virginia Occidental, donde los vecinos realmente se apoyaban entre sí, la canción es de una sencillez aplastante: una progresión de acordes tipo góspel, una letra directa y la voz sin adornos de Bill. Pero ahí está su genialidad. Es una de esas piezas que funcionan en todas partes: en la iglesia, en el patio del colegio, en una protesta, o mismamente, en un funeral. Resume el sentido de comunidad en poco menos de cuatro minutos. Igual de poderosa, aunque menos conocida, es “Who Is He (And What Is He to You?)”, un funk oscuro en modo menor, con Bill en el papel del amante celoso, donde se aprecia su voz cargada de rabia contenida mientras la banda sostiene un groove hipnótico. Y no se queda atrás “I Don’t Know”: una balada de confusión y resignación que revela su don para la sobriedad. Nada de dramatismo excesivo ni acrobacias vocales —solo palabras simples cantadas con convicción, haciendo que lo personal suene universal. En estas canciones está todo Withers: el filósofo, el amante, el vecino, el hombre herido.

El eco de Still Bill se ha sentido durante generaciones. Para los músicos, es una lección magistral de que “menos es más”, mostrando que el groove, la honestidad y la contención pesan más que cualquier artificio. Para los compositores, es un manual de cómo escribir letras que calan hasta los huesos sin caer en la banalidad. Y para los oyentes, es un recordatorio de que la grandeza no necesita disfraces, solo verdad. Artistas como D’Angelo, John Legend, Jill Scott o Anderson .Paak han bebido de su ejemplo, mezclando minimalismo funk y franqueza emocional en sus propios lenguajes musicales. Medio siglo después, el álbum sigue sonando fresco, y atemporal ¿Por qué escucharlo hoy? Uno: porque “Use Me” sigue siendo uno de los grooves más feroces jamás grabados. Dos: porque “Lean on Me” es un himno eterno de comunidad. Tres: porque Withers demuestra que lo ordinario puede ser extraordinario. Y cuatro: porque a veces la verdad más simple —cantada sin adornos, sobre un groove sólido— es la música más radical de todas. Pon el vinilo, escucha de cerca y deja que Bill te recuerde que el alma de lo cotidiano suele ser la más profunda.

Aquí está la track list for Bill Withers’ Still Bill (1972, Sussex Records):

Cara A

1. Lonely Town, Lonely Street – 3:43

2. Let Me in Your Life – 2:39

3. Who Is He (And What Is He to You)? – 3:12

4. Use Me – 3:46

5. Lean on Me – 4:17

Cara B

6. Kissing My Love – 3:49

7. I Don’t Know – 3:05

8. Another Day to Run – 4:38

9. I Don’t Want You on My Mind – 4:35

10. Take It All in and Check It All Out – 2:40